Porque me convencí de que con la soltería estaría protegida, blindada. Creé una fortaleza, acorazada, con una legión de soldados al frente, velando por mi seguridad, soldados que jamás me dejarían caer. Me convencí de que la vida sería menos dolorosa si me volvía egoísta con mis sentimientos. Me olvidé de vivir, de sentir. Me olvidé de que dentro de mí, además de una cabeza, había un corazón. Me olvidé de lo que realmente valía la pena. Me cerré a nuevas oportunidades porque consideré que no sería digna de ellas.
A pesar de haber pasado todo ese tiempo y de haber dejado escapar a personas con las que me hubiera gustado estar y compartir más cosas... he descubierto que mientras más tiempo pasas sola, más te acabas convirtiendo en tu propia fuente de felicidad. Aunque, sinceramente, acostumbrarse a estar sola cuesta bastante y, en muchos momentos, se hace difícil, sobre todo cuando te das cuenta de que hay muchas cosas que te gustaría hacer pero no puedes porque te falta una herramienta necesaria (una pareja) para hacerlas.
El amor no ha de acumularse, ha de entregarse. Y yo sé que tengo mucho amor acumulado sin entregar, y que ese amor es proporcional al miedo que me envuelve. Dicen que el amor ha de derribar esas murallas de inseguridad, dolor y miedo... por eso es vital encontrar a una persona que sea capaz de ayudarte a librarte de esos tres fantasmas (miedo-dolor-inseguridad). Pienso que en un mundo en el que hay millones y millones y millones de personas habrá alguna persona capaz de brindarme la oportunidad de tener un final feliz (tampoco quiero un 'para toda la vida', con un 'ir poco a poco y lo que dure, duró' me conformaría). Sólo espero que llegue a tiempo.
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