Reconozco que septiembre se me hizo cuesta arriba pero ya estamos en noviembre y, la verdad, estoy bien. Mi filosofía ha cambiado, ya no busco el sentido a todo, ya no me adelanto a los acontecimientos, simplemente dejo que la cosa fluya, sin pensar. Las cosas pasan porque tienen que pasar. Y lo que tenga que ser, será.
Este pasotismo ahora sí que va en serio, no me gustan forzar las cosas. Antes me comía la cabeza intentando encontrar el porqué de todo, ahora no. Mi única prioridad soy yo. Desde que he dejado de esperar nada de nadie, la vida me va mejor.
Me ha costado pero he logrado entender que, a veces, podemos echar de menos algo, pero no necesariamente quererlo de vuelta.
Como norma, mi último pensamiento del día ha de ser positivo, desde entonces, duermo más y mejor.
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