Matriculada en la Universidad de la Vida, a asignatura por año

jueves, 12 de diciembre de 2013

Nunca es tarde

Era un frío día de Navidad, estábamos en casa frente a la chimenea, acabábamos de terminar de comer cuando, de pronto, me vino a la cabeza el anuncio que había visto por la mañana en el periódico.

"UNA NAVIDAD PARA PEQUEÑOS Y GRANDES.
Acércate al Centro Comercial Gran Plaza en estas Navidades y no las olvidarás jamás."
Adjuntaba una gran lista con actividades para hacer con los más pequeños de la casa. Hoy era el día perfecto, Gonzalo estaba de vacaciones y yo tenía el día libre.
- Cariño, sube y vístete que nos vamos.
- ¿Dónde vamos mami?
- A un lugar que te va a gustar, corre, ¡vístete!.
 Volado subió escalera arriba hacia su habitación, si había algo que le gustaba a Gonzalo, eran las sorpresas.
- Abrígate bien.


No tardó ni quince minutos en prepararse.
- ¡Ya estoy listo mami!
Bajó por la escalera con su cazadora, guantes y gorro puestos. Preparado para la acción.
Cogí las llaves de casa y del coche y bajamos al garaje. Una vez montados y con la calefacción puestas nos dirigimos al centro comercial.
A medida que nos íbamos acercando, no podía evitar de dejar de mirar por el retrovisor la cara de felicidad de mi pequeño.
Nos costó un poco aparcar, se conoce que mucha gente había tenido la misma brillante idea...pero bueno...es Navidad y ya se sabe cómo se pone todo.
Aparcamos y nos dirigimos al interior del centro, estaba repleto de adornos: para mi gusto estaba bastante recargado, pero para mi hijo era "¡alucinante!"

Gonzalo y yo decidimos participar en las múltiples actividades navideñas que el centro ponía a disposición de sus clientes.
Lo primero que le llamó la atención era la enorme pista de hielo que había ubicada en el centro del hipermercado.
Cientos de niños y niñas felices no paraban de patinar de un lado para otro. Gonzalo me agarró del brazo y me llevo hacia allí.
- Mamá mamá, yo también quiero.
- Cariño..pero si tú no sabes
- Por favooor, me suplicó
- Vale, está bien.
No sirvió de nada intentar convencerle, Gonzalo insistió y yo no pude decir que no.



Accedimos a la pista, los dos equipados hasta arriba, como una mamá valiente (en mi vida me había puesto unos patines) cogí a mi hijo de la mano y le ayudé a entrar....nos empezamos a deslizar por la pista...como si fueramos expertos del patinaje. Reconozco que más de una culetada nos dimos, no podíamos parar de reír.
Para mí, ver sonreír a mi pequeño era lo mejor en la vida.
- Mamá, ¡más rápido!, gritaba Gonzalo.
- Ten cuidado, ¡no hagas esas piruetas!
Estuvimos más de una hora de aquí para allá, como si una burbuja llena de magia nos envolviera a los dos y no tuviéramos a nadie alrededor.
- Por favor, abandonen la pista, se oía por la megafonía.
El tiempo había acabado, ¿ya había pasado la hora?, dicen que cuando estás a gusto el tiempo se pasa volando, eso nos había pasado.
- Gonzalo, voy saliendo a devolver el equipo, ponte los zapatos, te espero fuera.
Salí de la pista y me dirigí a la taquilla, a los dos minutos salió.
- ¡Gonzalo, Gonzalo!
De repente, un hombre se giró:
- ¿Alicia?
- ¿Gonzalo?
No me lo podía creer, era él. Con un poco de sorpresa, me decidí a saludarle:
- Eh... hola, ¿qué tal?
- Hola Alicia, (se aproximo a mí y me dio dos besos) ¡Cuánto tiempo!
- Mami ya estoy aquí. Llego el ñiño y se puso a mi lado.
- ¿Mami?... ¿es tu hijo?...¡qué guapo!
   Hola pequeño.
- Hola, ¿tú quién eres?. Por si no os lo había dicho, mi hijo es de todo menos tímido.
- Me llamo Gonzalo, era amigo de tu mamá.
- Mami mami, se llama como yo. Me dice ilusionado mientras tira de mi vestido.
- Sí, cariño, sí, se llama como tú. Le acaricié y cogí de la mano.
  Se llama Gonzalo como su padre.


- ¿Cómo su padre...?¡Qué coincidencia! Entonces...te casaste y formaste una familia, me alegro mucho.
- Bueno, eso no es del todo así, no estoy casada, soy madre soltera. Y..¿tú?
- Ah...pensé...bueno... Yo sí me casé, hace unos meses. Espera... (Se giró y llamó a una mujer esbelta y muy guapa). Sofía, acércate un momento.
Sofía se acercó, era pijilla como él, hacían muy buena pareja.
- Cielo, esta es Alicia, una vieja amiga.
- Hola
- Hola, encantada. (Nos dimos dos besos cordiales).
- Bueno, nos tenemos que ir, que le he prometido (miro a mi hijo) que le iba a llevar a montar en el tren de los deseos y se nos hace tarde.
- Alicia, me alegro mucho de verte y que estés tan bien. Encantado de haber conocido a este hombrecito (miró a Gonzalo y le sonrió mientras le despeinaba el pelo con una cómplice caricia).
- Igualmente, felices fiestas.
Me retiré reconcomiéndome. Se me había vuelto a remover algo por dentro, como hacía cinco años atrás. Avancé hacia el tren de los deseos de la mano de mi retoño, sin querer volver la vista atrás, pero no pude evitarlo y giré la cara... Allá, a lo lejos, caminaba de la mano de otra, el que fue el amor de mi vida....


Llegamos al tren, cuando nos íbamos a montar, el elfo que nos llevaba al vagón nos hizo pedir un deseo.
No, Alicia, no seas tonta, no vuelvas a pedir ese deseo, de sobra sabes que nunca se cumplirá...y mucho menos ahora...(me dije a mí misma). De repente, Gonzalo pidió el suyo en voz alta:
- ¡Quiero conocer a mi papá!
- Pssshhh, los deseos tienen que ser secretos para que se cumplan, le dijo el elfo mientras le alzaba para sentarle.
Mi cara se quedó pálida, no me esperaba que mi niño deseara eso, es más .... nunca antes me lo había dicho. Puse una sonrisa incómoda y me subí al tren al lado de él.
El elfo se acercó a mí y me susurró al oído: - Nunca es tarde (y me sonrío).
El tren empezó su recorrido, Gonzalo no paraba de reír y señalar a todos los lados con cara de sorpresa.
- Mira mamá....mira....¡hala!
Le abracé fuerte y me prometí a mí misma, que haría todo lo posible por cumplir el deseo de mi hijo....

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