Hoy hecho una amiga nueva. Se llama Manuela, tiene 80 años y tiene principio de alzheimer. Manuela ha bajado a comprar a la frutería porque estaba en casa haciendo unas lentejas y le hacía falta un ingrediente. Manuela ha bajado los tres pisos de su casa andando y tirando de su carro. Ha llegado a la frutería de la calle de al lado y ha cargado su carro de kilos y kilos de frutas y vegetales. Manuela no atinaba a pagar a la frutera por culpa del temblor compulsivo de sus manos (también tiene parkinson)...¡cómo iba entonces a llevar ese carro si apenas se sostiene en pie ella!
Al verla, me he ofrecido sin pensarlo a ayudarla.
- Disculpe señora, ¿necesita ayuda?
- No bonita, gracias. Yo puedo sola. (Dice en tono desconfiado mientras me mira de arriba abajo)
- ¿Está segura? ¿Va muy lejos? A mí no me cuesta nada acercar el carro hasta el portal de su casa.
- Vivo al doblar esta calle. (Me vuelve a mirar y me coge del brazo). Gracias.
Por el camino, Manuela casi no se tiene en pie. Cada vez tiembla más y se agarra a mí con más fuerza. Mientras lucha por dar paso tras otro y controlar el temblor me cuenta que vive sola, que su hija vive en Canarias y que tiene dos nietos pero como si no los tuviera porque no la van a ver. También me cuenta lo de las lentejas y pienso 'por qué ha tenido el valor de bajar así!, qué le den a las lentejas!'.
Al llegar al portal me dice que vive en un tercero sin ascensor y que no se fía de sus vecinos.
A Manuela le cuesta dar con la ranura de la cerradura... la llave golpea una y otra vez la puerta sin encontrar su destino. Pero no quiere que le ayude, ella se siente capaz de todo. Yo le digo que esté tranquila, que no hay prisa. Me mira y sonríe. Creedme que es la sonrisa más dulce y noble que he visto en estos últimos meses. Manuela consigue meter la llave y me dice que no le suelen dar esos ataques a esas horas y que de haberlo sabido no hubiera salido a la calle.
Una vez en el portal, quiere subir el carro hasta su piso, me niego y acepta que se lo suba hasta arriba.
La escalera, de caracol, es horrorosa para subir...imagínate con un carro y todo...
Al llegar arriba me dice que pase, que me va a dar una propina. Le digo que ni se le ocurra, que la única propina que acepto es que me prometa que se va a sentar en el sofá y va a olvidarse de las lentejas. Me dice que "a tomar por saco las lentejas!", me sonríe y me da las gracias por todo. Se alegra de que haya personas tan agradables y buenas como yo.
Mi amiga Manuela tiene mi teléfono para lo que le haga falta. Y yo me siento feliz por ayudar y hacer buenas acciones.
Bueno, ya os he contado mi aventura de esta tarde. Ayudad a la gente que lo necesita. Quizá para vosotros no suponga un gran esfuerzo pero para la otra persona es algo enorme. Hay que tener más empatía y ponerse en el lugar del otro. Feliz martes a todos.
La empatía...hoy en día mas dificil que encontrar a Wally. Buena historia, saludos.
ResponderEliminarLa empatía la llevamos todos dentro, solo que unos la encuentran antes que otros. Es cuestión de tiempo. Gracias por el mensaje.
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